En muchos pueblos existe la costumbre de construir un edificio pensando en el futuro de la familia a modo de construcción “perfectible” en la que los padres o los abuelos dejan conformado un esqueleto estructural y una envolvente a la espera de que en el futuro los hijos o nietos la habiten según sus necesidades. Así es como nos encontramos esta vivienda del segundo piso de un edificio en la Plaça Major de Betxí que nunca antes había estado habitada. Al entrar por primera vez nos sorprendieron sus proporciones, pues es muy larga, 25 metros, con respecto al ancho, 7. El hecho de ser en ese momento un espacio diáfano y desnudo hacía, además, que esa sensación se acrecientase.
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