Un estudio reciente sugiere que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no puede ser vista por un tercio de la humanidad. ¿Porque? Millones de focos urbanos permanecen encendidos en nuestras ciudades todas las noches, pero solo una parte de su luz se utiliza para iluminar calles o aceras; el resto se pierde y se emite por encima del horizonte, iluminando el cielo nocturno y contribuyendo a lo que se conoce como contaminación lumínica.
Como el brillo artificial de las ciudades aumenta cada año, las consecuencias de este fenómeno urbano van más allá de impedirnos ver las estrellas. Otros efectos dañinos incluyen: causar deslumbramiento peligroso que puede reducir la seguridad, consumo excesivo de energía, desperdicio de dinero y recursos, interrupción de los ciclos naturales de día y noche de los ecosistemas, supresión de la producción de melatonina y varias repercusiones negativas para la salud pública. En este sentido, elegir las luminarias adecuadas (con un diseño bien pensado) es fundamental para reducir la contaminación lumínica.
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