Las construcciones y estructuras destinadas al cultivo de plantas -como los invernaderos, invernáculos y orquidearios- son fundamentalmente espacios arquitectónicos que habilitan el control y la manipulación de factores ambientales como la temperatura y la humedad, permitiendo adaptar estos parámetros a los requerimientos específicos de las especies alojadas -ya sea para su cultivo, su preservación o su exposición-. Los diseños suelen variar según el uso y la ubicación geográfica de la estructura, influyendo cuestiones tales como el clima propio del lugar, la altura de las especies a alojar, los requerimientos de ventilación, o consideraciones como si la construcción será temporal o permanente –pudiendo configurarse como sistemas de partes montables y desmontables-. Sin embargo, hay algunos parámetros comunes que atraviesan a este tipo de construcciones. Generalmente, tienden a seguir una línea similar en cuanto a materialidad y organización: para aprovechar los efectos de la radiación solar, los invernaderos se materializan mediante cubiertas y cerramientos exteriores translúcidos –vidrio o plástico- y se estructuran a través de sistemas livianos de piezas que permitan grandes luces, pudiendo ser de hierro, madera, bambú, etcétera.
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