Las casas tradicionales, con simplicidad constructiva al alcance de artesanos locales, tienen gruesos muros de piedra y huecos pequeños. La sencilla geometría prismática favorece la conservación del calor de chimeneas y braseros en invierno y el frescor de la penumbra en verano. Las consecuencias son la excesiva introversión y una cierta escasez de luz en esos interiores.
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