Algunas veces, uno tiene la suerte, de verse envuelto en procesos que sólo pueden traer cosas buenas. Cuando aceptaron nuestras dos propuestas: Proponer “nuevos espacios educativos” y que fuera récord de no consumir energía no renovable, vimos que aquello sólo podría traer “cosas buenas”. El que en este nuevo edificio de bachillerato las aulas sean diáfanas, ampliables y dotadas de todas las tecnologías punteras, no era novedad. Sí lo era que el aprendizaje se pudiera dar fuera de las mismas aulas. Una familia de espacios, formalmente parecidos, como la silueta de una antigua llave cambiada de escala, con un banco perimetral circular, acogen esos encuentros. El primero en el acceso, quiere desaparecer hacia el exterior con una fachada especular entre arboles adultos.
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