Una casa: una aldea. Toda arquitectura lleva implícita su vocación de ruina, tal condición es la forma final con que la arquitectura entra en comunión y vuelve a la naturaleza. De este potencial destino, nos interesó la expresión física de lo inacabado, lo que el tiempo y las inclemencias van transformando, los modos en que la obra es, gradualmente, tomada y constituida por el paisaje, disolviendo lentamente su singularidad en el todo. La casa se piensa como un promontorio de hormigón y piedra surgido de la colina, una casa muraria fragmentada, que emerge a partir de la organización y repetición de volúmenes de idéntica dimensión en planta, 5 x 5 metros, con alturas variables y techos inclinados por prescripción del código de edificación, articulados por vacíos estratégicos, patios, pasajes e intersticios, que en el exterior dan lugar y preservan a las especies del monte local, quebrachos colorados, talas, espinillos y chilcas, entre otras y en el interior, se convierten en las “calles” de circulación de esta urdimbre pétrea, a la manera de una aldea medieval de montaña. Cajas murarias que delimitan vacíos, los cuales son tan importantes como los llenos, por allí se cuela el paisaje circundante y se atempera el espacio exterior para su uso, protegiéndolo de vientos predominantes y orientados en función de la rotación solar.
from ArchDaily México | ArchDaily México https://ift.tt/3liqcGN
via
IFTTT