Es incuestionable que los entornos influyen directamente en el comportamiento y las emociones de sus usuarios. Se estima que los seres humanos pasan aproximadamente el 90% de su vida en espacios interiores, por lo que es muy importante que estos favorezcan positivamente nuestra capacidad cerebral, o que al menos no vayan en su contra. Existe un término específico para relacionar los estímulos que recibe el cerebro según su entorno: la neuroarquitectura. Se han publicado varios estudios sobre este tema, la mayoría centrados en su impacto en los entornos de trabajo. Este artículo pretende abordar este concepto desde sus puntos más esenciales, enfatizando su importancia en el diseño de espacios para niños en la primera infancia.
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