Peter Zumthor, en una de sus obras más emblemáticas, le da al hormigón una dimensión casi sagrada. Es la pequeña Capilla de Campo Bruder Klaus, una construcción robusta y sensible ubicada en un pueblo de Alemania. El cemento blanco, mezclado con piedras y arena de la región, aporta un tono terroso a la construcción. Las 24 capas de este concreto fueron vertidas, día tras día, por mano de obra local, y fueron comprimidas de una manera inusual. Su exterior plano y liso contrasta con su otro lado, hecho de troncos de madera inclinados, formando un vacío triangular. Para remover los encofrados internas, los troncos fueron quemados en un proceso controlado, reduciendo los registros a cenizas y creando un interior carbonizado, que varía entre negro y gris, con la textura de los negativos de los moldajes que alguna vez contuvieron hormigón líquido. El resultado es una obra maestra de la arquitectura, un espacio para la reflexión y la transformación, en el que el mismo material aparece en formas diametralmente opuestas.
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