En su libro “El Brutalismo en Arquitectura: ¿Ética o estética?”, Reyner Banham establece el que, según él, fue uno de los momentos claves para definir la raíz semántica del término Brutalismo “existe un hecho arquitectónico indiscutible: la obra de hormigón de Le Corbusier: la Unité d'habitation de Marsella. Y si hay una sencilla fórmula verbal que haya hecho admisible el concepto de Brutalismo en muchos idiomas del mundo occidental consiste en que el propio Le Corbusier describiese esa obra como de «Béton brut» (hormigón en bruto). Término y edificio surgen, pues, conjuntamente”. En su libro, Banham marca como hito histórico la construcción de la Unidad Habitacional y remarca con especial énfasis su condición material. A partir de allí, el hormigón armado en bruto queda definido como el material predilecto de este tipo de arquitectura. Si bien, igualmente, hay cierta indefinición teórica respecto a los límites y alcances del término “brutalista”, hay ciertas constantes sobre sus parámetros estéticos que permiten establecer una línea de análisis relativamente concreta. En estos términos, los edificios pertenecientes al brutalismo se caracterizan por su sinceridad constructiva -mostrando y evidenciando el material que compone la arquitectura, así como su lógica constructiva y estructural- la geometría de sus formas y la aspereza de las superficies.
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