Toda arquitectura se construye con valores esenciales que determinan su condición y naturaleza. El paso del tiempo y las modificaciones que realizamos sobre ellas pueden alterar o incluso hacer que se pierdan dichas claves formativas, y corresponde a la restauración el cometido de arrojar la luz necesaria sobre esta memoria para hacer que la arquitectura vuelva a ser. La ermita de San Juan de Ruesta dejó de existir en 2001, donde la desidia dejó en manos de la ruina el destino de esta singular pieza del Camino de Santiago aragonés, conocida por haber dado soporte a una de las colecciones de pintura románica del s. XII más importante de nuestro país, arrancadas en 1960 y hoy expuestas en el Museo Diocesano de Jaca.
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