Construida a finales de mil ochocientos, esta era una de esas casas que a primera vista daba la impresión de no servir para nada. Tenía una sola planta, el piso de tejuelo roto, ochenta metros cuadrados oscuros y fríos, y una cubierta de madera podrida. Lo único rescatable era los muros de tierra, que a simple vista no parecían estar del todo mal.
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