En Osaka suele haber ciudades desordenadas y cómodas. Muchos de los residentes que nacieron y crecieron allí están apegados a su propio pueblo. Para ser precisos, no lo aman mucho, pero pueden estar simplemente acostumbrados a la vida que llevan ahí y que se ha repetido a lo largo de los años. Las escenas diarias de estos lugares no tienen valor académico y contienen muchos elementos ilegales, pero la fuerza de los residentes que impulsan las cosas con una especie de responsabilidad egoísta crea una combinación extraordinaria de cotidianidad o un sentido de seguridad rodeado de ruido, otorgándole a la ciudad un extraño sentido de solidaridad.
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