Así empezaba Last Chance for a Slow Dance, la canción de Fugazi, la última oportunidad para un baile lento y esa era la sensación al empezar la que al fin iba a ser última fase de la construcción del pequeño aterpe de Larrabetzu. Antes habían pasado varios años, los de la crisis más dura, distintos proyectos para distintas propuestas de usos, intervenciones arqueológicas, algunos imprevistos e incluso una contrata incapaz de llevar la intervención a buen término de la que hubo que prescindir. Antes de retomar su construcción, el edificio se había tenido que reproyectar de nuevo, para dejarlo igual que al principio, pero solventando los problemas generados en la desastrosa primera fase de las obras. Era, efectivamente, la última oportunidad para un baile lento.
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