Los investigadores señalan que los primeros invernaderos surgieron debido al deseo del emperador Tiberio (42 a.C. al 37 d.C.) de comer pepinos todos los días del año. Como era imposible cultivar la verdura en la isla de Capri durante el invierno, sus jardineros desarrollaron camas montadas sobre ruedas que se movían hacia el sol, y en los días de invierno se colocaban bajo una cubierta translúcida de selenita (una variedad de yeso cristalizado con apariencia vidriosa). La producción de invernaderos se hizo posible después de la Revolución Industrial, gracias a la disponibilidad de láminas de vidrio producidas en masa. Desde entonces, se han utilizado para cultivar alimentos y flores, formando un microclima adecuado para especies vegetales incluso en lugares con climas severos. Pero en algunos casos, estas condiciones internas también pueden ser interesantes para crear espacios habitables. La reciente premiación de Lacaton & Vassal vuelve a poner a esta tipología en la palestra. ¿Cómo crear invernaderos que entreguen beneficios a los seres humanos y a las plantas al mismo tiempo?
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