En arquitectura, los desniveles internos muchas veces son consecuencia directa de las condiciones topográficas del terreno. En este caso, los espacios interiores –y sus múltiples desniveles- son el reflejo de las estrategias de diseño adoptadas para permitir que los edificios se amolden a las diferencias de altura del suelo –es común, por ejemplo, encontrar proyectos escalonados en lotes con fuertes pendientes, montes o acantilados-. Además de este primer condicionante, la incorporación de desfasajes y desniveles en los interiores también puede adquirir un carácter funcional, permitiendo segmentar los espacios de manera virtual, cortando el plano horizontal a través de medios niveles más altos o semienterrados –así, por ejemplo, un espacio que se ha rehundido o elevado 50 cm respecto a su contiguo, aparece como un sector diferenciado sin necesidad de incorporar muros u otros cerramientos-.
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