Camilo, nuestro vecino, acababa de construir unos juegos infantiles para su hija y le sobró un rollizo de madera completo de 8”, que nos vendió y con el que construimos las fundaciones de la torrecita. Pero los zapatos iban a ser de piedra. Es más: las piedras que fuimos a buscar al rio, para fundar la torrecita a la manera antigua, todavía están ahí botadas, justo al lado de los rollizos de madera que finalmente utilizamos como apoyos, porque con ellos era más fácil nivelar y fijar la estructura a la base. Convertimos esas piedras en pequeños monolitos que señalan el camino a la torrecita entre la vegetación.
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