Reformar no es sólo “cambiar de forma”, es también dar la posibilidad de re-usar o re-vivir; en definitiva, re-habitar. Simplemente, alterando el mobiliario en una vivienda, podemos darle la vuelta y adaptarla a nuevas necesidades. Tan sólo el gesto de cambiar los muebles de sitio nos ofrece un hogar nuevo. La falta de espacio o una organización deficiente en la vivienda, lleva a las personas a realizar transformaciones, pequeñas pero necesarias —trascendentes—. Podríamos decir que es el propio usuario quien la transforma. Quizás, de una manera inconsciente, también la diseña. A través de sutiles operaciones se modifica el espacio desde los objetos, más que desde la reforma, como la entendemos a priori, por su definición. En este caso, la intención es, precisamente, la de actuar desde pequeñas transformaciones -pero concretas- que dotan al espacio de nuevas posibilidades y que sean el soporte para habitarla.
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