Queríamos una arquitectura que no fuera superflua, pero que acogiera lo esencial con extrema sofisticación. Encontramos en el arte la forma ideal de entablar un diálogo con el barrio y expresar nuestra opinión.
La artista plástica Heloísa Crocco llenó las líneas de hormigón con su obra de alfabeto topomorfo, presente en las barandas y en el panel de la planta baja. Su lenguaje lleno de códigos y simbolismos establece un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo. El resultado es una fachada viva y dinámica, en la frontera entre el interior y el exterior, y entre la arquitectura y el arte.
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