Si bien hay cierta indefinición teórica respecto a los límites y alcances del término “brutalista”, hay ciertas constantes sobre sus parámetros estéticos que permiten establecer una línea de análisis relativamente concreta. En estos términos, los edificios pertenecientes al brutalismo -estilo del Movimiento Moderno que atravesó su época de auge entre las décadas de 1950 y 1970-, se caracterizan por su sinceridad constructiva -mostrando y evidenciando el material que compone la arquitectura, así como su lógica constructiva y estructural- la geometría de sus formas y la aspereza de las superficies. El hormigón armado aparece como el material predilecto y tanto las texturas generadas por los encofrados de madera rugosa como las incorrecciones del hormigón ya no se cubren con revoque o pintura, sino que se opta por una exhibición deliberada de los procesos constructivos.
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